En su cuarta presentación en Latinoamérica, la escudería Red Bull Racing deleitó el sábado anterior a los colombianos con un extraordinario roadshow en las calles de la hermosa ciudad de Cartagena de Indias.

El portugués Filipe Alburquerque, piloto de la escudería Epsilon Euskadi de la World Series e integrante del Red Bull Junior Team, fue el encargado de deleitar a miles de aficionados que se agolparon especialmente en las murallas de la ciudad 'heroica', para disfrutar del RB1 en la Avenida Santander, ubicada al frente del Mar Caribe colombiano.

A continuación la crónica de Red Bull Colombia:

Casi 35 grados centígrados. El azul profundo del mar caribe se impone frente a las murallas construidas en 1500. Parece una escena de “Los Piratas de Caribe”; pero Johnny Depp no aparece vestido del colorido pirata Jack Sparrow. En su lugar, Filipe Albuquerque – Piloto del equipo Red Bull Racing - sale vestido casi como un astronauta para montarse en el RB1. El encendido del motor hace resonar el bólido azul, amarillo y rojo como un toro ansioso por atacar.

Las murallas están llenas de curiosos, personas de todas las edades esperan con ansias. Se han agolpado para presenciar la vertiginosa envestida del monoplaza de Red Bull. El motor, que tiene un régimen máximo de 19.000 revoluciones por minuto, deja escapar su bramido ensordecedor. El público se tapa los oídos. Se vive el ambiente previo a una carrera de la Fórmula 1; pero esta vez el único contrincante a vencer es la expectativa de la audiencia. Un helicóptero observa todo desde arriba. Los flashes de las cámaras fotográficas se ven resplandecer desde donde se aglomera el público. Algunos fotógrafos oficiales se preparan para congelar la imagen del veloz automóvil. El auto se posa sobre el ardiente pavimento de la Avenida Santander, que se extiende entre los antiguos muros y el mar.

Albuquerque, de 22 años, acelera. El público reacciona, se oyen los gritos, la gente está ávida de ver al toro mecánico cruzar el kilómetro y medio de calle dispuesto exclusivamente para él. El motor, que puede acelerar de 0 a 200 en menos de cinco segundos, hace lo suyo. Comienza la primera exhibición, que dura unos 10 minutos. El carro cruza frente a los espectadores y en cuestión de segundos se pierde en el horizonte. El sonido es aterrador. Entonces, el carro se detiene. Hace una parada en pits. La gente está emocionada. El público quiere más. Minutos después el RB1 vuelve al contraataque y ruge de nuevo. Esta vez anda más rápido. Hace unos diez giros y se vuelve a detener. Finalmente Albuquerque vuelve a acelerar para dar las últimas vueltas. El auto alcanza la máxima velocidad en esta demostración y pasa vertiginoso por la angosta calle. La exhibición llega a su fin. La gente estalla en aplausos y gritos. El único rival ha sido vencido, la gente está satisfecha.

Muchos que jamás pensaron ver un F1 con sus propios ojos tendrán una historia que contar. Albuquerque se baja del auto y saluda. La gente lo aplaude. "Estar en Cartagena, una ciudad tan bonita, y conducir un Fórmula 1 es perfecto", dice el piloto. "La calle hacía saltar el auto un poco, pero no más que en Mónaco. Patiné tanto las ruedas que pensé que las había acabado. Iba a 245 kilómetros por hora, pero aún así pude sentir el calor del público". El toro vuelve a su encierro.